CAP 5: POR DEPORTE...

Ya, ya, ya lo sé. Se te nota la indignación a la legua, Luan, no hace falta que lo jures. Suponías que ya estaba superado, ¿no? Bueno, no te asustes, cielo. Yo creo que sí que está superado. De hecho, por eso ahora ves con claridad y no justificas el cinismo. Lo único que pasa es que, en cierto modo, te sientes culpable de haber participado de ese juego. 

Tú siempre has sido fiel cuando tenías que serlo, y, como no, con tu habitual forma exagerada de vivir tus sentimientos, lo has sido hasta cuando no debías de haberlo sido. Y es que siempre has sido mujer de un solo amor, aunque la vida no te haya dado a quien amar en exclusividad. Te resignaste a compartir, que no a ser compartida, y aun despreciando la mentira, te decías que no eras tú quien engañaba, que tú no has obligado a nadie a ser infiel. Todavía lo piensas, sin embargo, ahora te gustaría haber mirado el asunto desde un prisma diferente, desde el que ahora crees que es el adecuado, que es sencillamente el del respeto por "la otra", que para él era su mujer. Que con el tiempo te has dado cuenta de que, con casi toda probabilidad no era ella tan mala como él te la pintaba. Que no era él aquel corderito desatendido que pretendía ganarte dando pena y haciéndote creer que tú eras su salvación. Si tanto hubiera sido así, te dices, ¿no hubiera sido lo lógico que te eligiera a ti, abandonándola a ella, la causa de su sufrimiento?

No chica, en el fondo, la engañada fuiste tú y ahora lamentas haber sido tan idiota.

Ahora, lees en la red (donde, no sabes por qué, lo agregaste tras algunos años de destierro, porque, total, ya te da igual) un mensaje dedicado a su esposa, celebrando su séptimo año de casado: felizmente casado, decía, acompañando con unas fotos de aquel triunfal día. Se te revuelve el estómago al pensar que esa misma mañana ese tío te llamó por teléfono para decirte cuánto deseaba en ese mismo instante estar entre tus sábanas (aunque no fue tan sutil y poético, por supuesto, que ése no era su rollo). Te acordaste dónde acabó su noche de despedida de soltero y, aun después de la boda, alguna que otra sórdida ocasión que compartisteis. ¡Qué cabrón! Ahora es lo único que te pide el cuerpo soltar. 

La verdad es que en este momento de tu vida no entiendes cómo pudiste enamorarte de alguien como él, porque desde el principio le dijiste que pensabas que era eso, un cabrón. Pero, como no, una vez más, tu infinita necesidad de ser querida, necesitada, deseada, acabó por torcer tu camino de paz y emprender ese juego peligroso en el que estaba cantado quién sería la perdedora. Te asombras de haber sufrido tanto cuando la gota colmó el vaso el día en el que lo buscaste como amiga, que eso defendías a capa y espada que erais, y te apartó como si  fueses una mosca. Tanto te decepcionó que por fin la venda se te cayó de los ojos y lo viste como lo que siempre supiste que era y que tu estúpido enamoramiento quiso disfrazar. 

Se acabó, pero a ti te costó otro universo recuperarte. Crees, bueno no, lo sabes, que también él fue quien se llevó la última gota de esperanza que te quedaba, la última vez que has pensado que un hombre valía la pena. Y ahora sufres la pena de no volver a confiar en el amor varonil.

Al menos, debes reconocerlo, Luan, aquello te ha servido para algo, pues ahí empezaste a quererte a ti misma. Cuando dejaste de llorar por él, viste en este espejo que nadie te querría si no te volvías a querer a ti misma, como lo hacías de niña, ¿recuerdas? Y lo estás consiguiendo. Puede que el resto de tu vida no esté pisando terreno firme, pero, tu corazón, por primera vez, se siente a salvo. Tienes más claro que nunca que no te venderás por menos que todo lo que mereces, y reconoces que lo que te mereces es todo. no estás dispuesta a conformarte con migajas de tiempo y pasión, porque, a pesar de toda una vida estando sola, es ahora cuando decides estarlo porque eres feliz estándolo si no hay una opción que merezca realmente abrir la puerta. Ahora tus pilares son fuertes y no se tambalearan porque una brisa de promesas vacías trate de tumbarlas. Ni un viento huracanado lograría ahora ese objetivo. Lo ves cristalino, si alguien debe llegar a tu corazón lo habrá de hacer desnudo de hipocresía y tocando el timbre de la puerta principal, sin miedo a que lo vean entrar en tu casa. De frente. Que lo peor de todo cuanto pasó aquella vez es que no fue la primera que tropezaste con un ponedor de cuernos. Y es que no falla, los tíos necesitan practicar ese deporte, no es la primera vez que acabas concluyendo esto. Pero tú ya no estás dispuesta a consentirlo. ¡Que vayan a satisfacer su ego con otra pringada, que tú ya has tenido bastante!

Pero, Luan, aunque te hayan entrado ganas de sacarle la venda a su mujer en más de una ocasión, no seas ilusa: ella lo sabe. Las mujeres solo os hacéis las tontas. Ella continua ahí, porque sabía que, si esperaba lo suficiente, si tragaba lo intragable, llegaría el día en que a él su deporte le resultara ya algo cansado. Ahora que le sobran quilos y le falta atractivo, él se dice que ha sentado la cabeza en vez de asumir que ya no resultan infalibles sus artes de sedución. Ahora, ella sonríe porque le toca disfrutar de la estabilidad por la que tanto ha luchado. Un padre para sus vástagos y un compañero con el que verlos crecer. Puede que tú no hayas sido totalmente inocente, pero no has destrozado su vida, así que tranquila, es mejor así. No querrías tener eso sobre tu conciencia y, jamás hubieras confiado en él de haberte elegido, pues siempre hubieras sabido que, tarde o temprano, hubiera jugado al mismo juego con otra mujer.