CAP 7: ¡APRECIO!

Probablemente el espejo de Luan llevara buenas intenciones, sin embargo, la pobre Luan debería tener en cuenta que solo es un espejo, un artilugio que refleja imágenes, tal vez su alma, tal vez la parte de su ser que necesita ser analizada, consolada, aconsejada... pero, solo es un reflejo. Un reflejo que, al fin y al cabo, ella maneja a su antojo. Le dice verdades, sí, las que ella necesita escuchar en ese momento, pero no todas. Hay otras verdades que las gritan las tripas. Y esas, en muchas ocasiones, Luan no quiere escucharlas. Son las verdades que duelen, las que no se quieren admitir, las que tanto ella como su espejo distorsionan para no sufrir. Las disfraza, las aparta, las menosprecia, las ignora, pero, por las noches, aullan de manera ensordecedora y son las que no la dejan dormir. Al final, a base de llevarla a la locura que el insomnio provoca, no le queda más remedio que atenderlas. Ahora ha llegado el momento de agachar la cabeza ante las evidencias y dejar que esa verdad dé la estocada mortal. 

Lo sabía desde el mismo momento en que volvió a encontrarse con Jack. Lo sabía desde siempre. Desde siempre. Desde siempre. Solo era cuestión de tiempo que llegara el día en que ya no pudiera justificar ciertos actos de él que le hacían daño, que siempre se lo han hecho y que despertaban nuevamente las quejas de sus vísceras, aunque ella se liara la manta a la cabeza y se engañara una y mil veces para no admitir que aquello no estaba bien. Por el contrario, cada año que ha pasado ha servido para engordar con pomposidad el falso orgullo de esta falsa amistad. ¡Por Dios, si hasta escribió el relato de su historia como si fuera digna de conservar!

Hoy es el día de lavar los restos del maquillaje, ya no caben más máscaras. Y esta vez, por fin, no solo se ha confesado ante su espejo, sino que se ha confesado ante él. Por eso ya no hay marcha atrás. El resultado de su valentía ha sido el esperado, su vida no es esa película romántica en la que, justo cuando parece que todo está perdido, él se da cuenta de cuanto la ama y vuelve a buscarla. Su vida es de las normales, de las que,ella le quiso siempre y él nunca la quiso. Punto. Solo que en esta ocasión, ella se inventó un camino alternativo al que llamó amistad, que no está mal, pero que debió ser forjado con las mismas ganas por parte de los dos, y en esto, tampoco él invirtió. Esa es la gran verdad que Luan ha estado eludiendo por más que, en ocasiones, las señales de advertencia fueran de un neón chirriante. Aquella vez, cuando se sintió despreciada por él en su pueblo, pareció que había llegado el momento, pero tras diecisiete meses de separación, creyendo ya zanjado el asunto, no sin un pesado duelo, él reapareció. Una vaga justificación a lo ocurrido y el mismo hecho de que fuera él quien la buscara fueron suficientes para que ella volviera a encerrar bajo una campana insonorizada los gritos, los rugidos de sus protestonas tripas.

Todo iría bien si no se dejaba sentir por él lo que había sentido antes, al principio, cuando lo conoció. Lo usaría sin más, igual que parecía él usarla a ella. ¿Cuánto tiempo se puede obligar a un corazón a no latir? 

Lo gracioso es que Luan no entiende por qué lo quiere. Ante su espejo, mientras que observa los húmedos surcos que las lágrimas van horadando en su piel, Luan utiliza su razón para aceptar la estupidez de sus sentimientos. En muchos aspectos él es la antítesis de lo que a ella siempre le ha enamorado de un hombre, pero a ver cuándo se ha visto que el amor sea racional. Que ella lo quiera es igual de irracional que el que él no se haya enamorado de ella. Pero así son las cosas. La cuestión es que eso lo ha tenido siempre asumido, eso ha llegado hasta no importarle. Para Luan todo era compensado por el gran cariño que suponía que compartían como amigos. Se decía que él sentía el mismo orgullo que ella por esa especial relación. Una relación única en su especie, que ninguno de los dos podría repetir con ningún otro. 

Siete meses. Éste ha sido esta vez el intervalo de tiempo que ha durado el espejismo. Siete
maravillosos meses en los que sus encuentros, cargados cada vez de más detalles íntimos, han hecho resurgir con fuerza los sentimientos que ella más ocultos mantenía, incluso ciertos momentos han hecho que albergara hasta esperanzas de que el corazón de él estuviera empezando a mirarla. Procuraba desechar la idea para no llevarse a engaño, pero en lo que seguía mintiéndose con alevósica pasión era en la reciprocidad de esa GRAN amistad. Hasta que llega el día: ¿Cómo un amigo puede dejar que te vayas de su casa y puede permitir que cojas el coche sabiendo que no estás en condiciones para hacerlo? ¿Cómo puede quedarse tan tranquilo? No hay nada que pueda justificar esto. Por más que durante dos días Luan haya querido, no ha encontrado ningún motivo que le ayudara a mantener la falacia. Y, por supuesto, sin poder dar una respuesta a esta pregunta que no sea que él no solo no la ama, sino que no le importa lo más mínimo, se abre la caja de Pandora de los demonios de otras miles de sospechas. Demasiado feas como para ser contadas.

Cinco de noviembre de 2014. Ésta es la fecha que constará en su diario como punto final de una historia a la que llamó Amistad. Se despertó con aún pocas horas de descanso en su maltratado cuerpo escuchando por despertador la agónica respiración que la ansiedad provoca en su pecho. Siente que no puede soportar más la humillación que ha supuesto para ella la última visita que le hizo. Pelea con su necesidad de él, se sabe adicta, no encuentra mejor palabra que exprese lo que le nace al pensar en Jack. Pero son muchos días ya sin que el sueño la repare. O acaba con esto o se volverá loca. Toma el teléfono en sus febriles manos y comienza a teclear un mensaje, breve para todo lo que guarda su alma, pero suficiente para decirle que le ha hecho daño una vez más y que ya no encuentra manera de justificarlo. Lo exonera de culpa, pues hasta sintiéndose despreciada sabe que nadie más que ella es responsable de este engaño, pero debe decir adiós porque continuar la farsa sería despreciarse así misma. Eso es algo que Luan jamás hará, porque a pesar de haber deseado ser especial para él, a pesar de las veces que lo añorará, a pesar de todas las lágrimas que aún deberán correr, a pesar de que maldiga mil veces no haber continuado haciéndose la tonta por disfrutar de sus caricias, hace mucho tiempo que Luan se quiere por encima de todas las cosas. Una vez que ya no queda ningún jirón de tela con la que ocultar la verdad, Luan no tiene ya más remedio que ser fiel a su dignidad. 

Aun así, tardó una hora en apretar el botón que lanzaría aquel mensaje. Lo hizo temblando, casi convulsivamente, llorando sin control y con los pulmones congestionados por el dolor.

Luego, una hora más tarde, se levantó de la cama, se vistió y fue a trabajar. Su trabajo, su felicidad, era, aquel día, todo gris y no sabía cómo hacer para que no se notara el vértigo que no la abandonaba. Decidió desconectar el teléfono, sería lo mejor para no andar mirándolo a la espera de una reacción. No obstante, de repente, se recrudeció su agonia. Supo, sin lugar a dudas, de que él ya había leído su misiva. Se lo confirmó un breve mensaje en el que le decía que hablarían por teléfono más tarde.

Ella sabía que aquella conversación debía producirse. No estaba contenta de haber usado un vulgar mensaje para tratar un asunto tan delicado, le parecía una falta de educación, pero lo hizo así porque si no lo hubiera hecho esa madrugada, igual no se hubiera sentido tan digna a la mañana siguiente. Igual sí, porque la gota ya había colamado el vaso, pero no estaba segura y prefirió no arriesgarse. No obstante, sabía que le debía, que se debía, hacer las cosas algo mejor. Sin embargo, no esperaba que el resultado fuera distinto... y no lo fue.

Las tripas siempre tienen razón. Él no negó cuando ella le habló de la sospecha que tenía acerca de los sentimientos que él albergaba hacia ella. Lo único que acertó a decirle es que "hombre, yo te aprecio", ni siquiera la palabra cariño pudo articular. ¡Aprecio! Eso es todo. 

Volvió a liberarle de cualquier culpa, aunque Luan es consciente de que aunque ella no sepa cómo odiarlo, ni siquiera sepa cómo enfadarse con él, no está tan libre de censura. Quizás nunca la engañó en cuanto a tener un sentimiento romántico por ella, pero él permitió que ella creyera que su amistad era tan grande y hermosa como ella la imaginaba. Él sabía que de no existir esta creencia en ella, todo lo que habían compartido en la cama y todo lo que pensaban compartir no hubiera sido posible. Puede que no sea tan valiente y honesto como Luan para reconocer sus faltas, pero Luan sabe que esto es cierto. Y a pesar de todo, Luan no le guardará rencor. Solo quisiera poder olvidarlo, poder levantarse mañana y olvidar que han existido esos dieciocho años con él de los que antes se pavoneaba con orgullo. Eso es lo único que desea Luan. Aunque sabe que será tan imposible como que él algún día la hubiera querido de verdad.


Luan se mira en el espejo y. esta vez, el pobre está mudo. Ofrece el mismo lamentable aspecto que ella. El aspecto de la decepción. La más profunda. Sin embargo, sus tripas ya no gritan, ya no la muerden desde dentro. Sabe que ha hecho lo correcto. Esta noche dormirá con un dolor hondo acunando su sueño, pero esta noche, por fin, dormirá.