CAP 9: CIBERLUAN: BUSCANDO LA AGUJA...



Ahí está de nuevo, tras la última aventura fallida, delante de su espejo. Tras pasar el último día narcotizada por una sobredosis de hidratos de carbono y grasas en sus distintas insanas variantes, viajando al reino de Morfeo y volviendo de él solo para lamentar haber despertado, por fin se decide a enfrentarse a sus confesiones con quien siempre la escucha pacientemente y después contesta de manera implacable, sin discreción, ni tacto alguno.  Ahí está, preparada para lamer una hora más sus heridas, pero convencida de que ni un segundo más le dará de tregua a su auto compasión. ¿Para qué? Eso, ya lo sabe, no sirve para nada, aunque a ratos sea un ejercicio necesario solo para quemarse del todo y renacer de las cenizas.

En fin, desde luego no se puede decir que no lo esté intentando, si de algo está segura es que,  a pesar de que muchas veces crea firmemente que nada sacará en claro del sexo opuesto, lo sigue intentando. Supone que es el empuje de la naturaleza, y a veces quisiera que no existiera en ella más esperanza, pero ahí está, cada vez menos inocente, cada vez más escarmentada pero al pie del cañón, sin dejar de intentar aprovechar las que cree oportunidades de conocer  a un hombre que valga la pena.  Además, después de una nueva oportunidad que ahora casi ni cree haber dado a su relación con Jack, y nuevamente decepcionada, necesitaba ocupar su tiempo estival con otros pensamientos, que cualquier cosa era mejor que dedicarle a él alguno de sus pensamientos, vaya, no quería ni pensar en él para acordarse de lo cabrón que es. Y ya se sabe que lo mejor para no pensar en alguien es estar ocupado pensando en otro.

En vista de que la forma tradicional de conocer chicos y ligar está un poco difícil, básicamente por las
pocas ocasiones que tiene de salir de copas, darse un baile y demás, Luan, a pesar de su desastrosa experiencia previa en las páginas de citas por internet, y a pesar de jurar que mucho debería de ser el aburrimiento para volverlo a intentar, ahí está, abriendo una cuenta otra vez y aunque no ha durado nunca en ellas ni tres cuartos de hora por lo que ve inmediatamente que se mueve en la red, esta vez, se ha impuesto no borrarse en todo el verano pase lo que pase, que tiene claro que será como encontrar una aguja en un pajar, pero, por la misma razón, ha de perseverar y creer que la aguja está.

Bueno,  primera confesión: algo bueno está consiguiendo esta vez en el proceso de búsqueda, le resulta terapéutico. Eso de bloquear a diestro y siniestro a todo aquel maromo que le entra que no cumple con el mínimo de sus pretensiones, le está sirviendo como un saco de boxeo donde descargar,  y si además se siente inspirada y alguno le suelta algún comentario poco adecuado, ella saca toda su acidez contestando de la manera más hiriente, aunque, eso sí, con arte, que hay que dejar claro que la inteligencia hay que demostrarla hasta para insultar a los bárbaros. Hasta ahora, ha leído la cartilla sin reparos a tíos casados que tratan de engañar a sus mujeres y a niñatos que piensan que pueden resultar atractivos a una mujer hecha y derecha que podría ser la madre de mucho de ellos; ha ridiculizado a tíos cuya tarjeta de presentación es la medida de su pene y ha mandado al carajo a los muchos que van presentándose con la imagen de otro, que, como ella dice, ¿qué se creen, que poniendo ese cebo las mujeres van a picar? Pues desde luego Luan no está dispuesta a caer en la red de ningún mentiroso, y esto es lo que son los que se esconden tras una falsa fotografía, mentirosos y, para más inri, inseguros. Ahora sonríe al recordar al último infeliz que tenía una imagen falsa en su perfil. Cuando lo confesó y le manda la foto auténtica, resultó que a ella no le desagradó, pero era tarde, no admitió más conversación con él, porque ya le había mostrado que era un embustero. Se lo hizo saber y pudo imaginar como el capullo se arrepentía tras la pantallita del teléfono.  De nada sirvieron las súplicas, ni las disculpas, ni las veces que aseguró que era un buen chico. Ella se mantuvo firme en su norma no escrita y sintió la satisfacción de decir NO. 

Sí, ha de reconocer que si bien no ha encontrado al hombre ideal, la experiencia  digital le está sirviendo para hacerse fuerte en sus convicciones y esto es importante sobre todo para mantenerse en su decisión de no volver a querer saber nunca más nada de Jack.  Por
más que a veces sienta el deseo y sepa que, como a él realmente no le importan sus sentimientos, no le resultaría difícil volver a lo de siempre, cada vez está más lejos la tentación de coger el teléfono y tratar de arreglar las cosas, de la única manera en que podrían arreglarse, olvidando el daño que él le ha hecho, obviándolo o lo que es lo mismo, aguantando la humillación y dándole una razón que jamás ha tenido. Supone que él espera que esto ocurra, pues era evidente lo enganchada que siempre ha estado a él, pero Luan dejó de fumar hace más de ocho años, y lo hizo de un día para otro, a pesar de haber estado enganchada al tabaco, por tanto, sabe bien que la ansiedad es cuestión de un momento, un momento que se pasa si sencillamente te paras a respirar profunda y lentamente mientras piensas en lo malo que dejarse llevar por la tentación supone en tu vida. Es una balanza demasiado descompensada ya como para que no pueda ganar su fuerza de voluntad.


Así que ella está dispuesta a respirar todas las veces que hagan falta antes de volver a coger ese teléfono y está dispuesta a dar oportunidad a esa página de contactos por más imbéciles que la puedan usar también.  De los pocos con lo que ha mantenido una conversación más allá del chat ya ha ocurrido lo que sigue:

1.
       CASO DE LA LÍNEA ERÓTICA.  Chico guapo, de su edad, simpático, separado hace unos cuantos meses y de vacaciones en el pueblo de al lado. Bueno, no va a ser el hombre de su vida, pero en realidad ella se conforma con tener a alguien con quien divertirse un rato. Parece que hay una atracción mutua y en seguida le propone quedar para saber si esa atracción se convierte en algo real cara a cara. El chico parece estar deseando conocerla y se lo muestra con mensajes cada vez más subidos de tono que acompaña con imágenes sugerentes de su propio cuerpo. Consigue encender las pasiones de Luan, que responde animada con mensajes  más prudentes, pero insinuantes, y deseando que llegue el momento del encuentro.  Pues no, no hubo encuentro y ella supo pronto que nunca hubo intención de que o hubiera.  Al ver  que el chaval no contestaba a los mensajes de ella cuando eran para preguntarle a qué hora y qué día se verían, pero contestaba inmediatamente cuando su mensaje era calentito, no le llevó mucho esfuerzo deductivo  comprender que lo único que buscaba el  chico era autosatisfacerse a costa de lo que leía en la pantalla. Luan no se cortó un pelo para acusarlo de calienta bragas, cobarde y gilipollas, cortó la conversación y lo borró de sus contactos en un cero coma dos segundos, que fue el tiempo que también necesitó para olvidarse el tipejo.

2.       CASO DEL CASADO. Aunque, por regla general, si el chico está casado o tiene pareja, ella pasa de dar algo más que las buenas noches, lo cierto es que con este tío hay un feeling especial. La ganó desde el momento en el que se declaró fan ferviente de los Beatles y porque tras dejar claro que, dada sus circunstancias, jamás habría entre ellos nada más que una amistad, él le dejó ver que estaba de acuerdo, y que su amistad ya le valía la pena. La cuestión es que casi se cumple un mes que hablan y Luan se siente agradecida por esta inopinada amistad que parece que se está fraguando, pero, en el fondo, en el fondo ella está enfadada con él, porque el hecho es que, de alguna manera, estar registrado en una página de citas ya es estar engañando a su pareja, y, por otro lado, aunque solo se proponga una amistad, será siempre una amistad condicionada a la clandestinidad. Hoy, Luan no ha querido hablar con él. Sabe bien que es el momento de poner punto y final a lo que no quiere nunca más en su vida.

3.       CASO DEL INSEGURO. Le saluda un chico que le agrada sorprendentemente. Parece que tiene los pies en la tierra, sano, de conversación agradable, nada vulgar y se preocupa por cosas que no son precisamente llevarla a la cama. Quedan para ir a la playa un día, pero la noche antes él le dice que le ha surgido un problema en el trabajo y que no va a poder quedar. Dado los antecedentes, le pregunta abiertamente si eso es una escusa y en realidad no tiene intención de quedar, como el imbécil de días anteriores. El chico le dice que no es una escusa, pero no hay manera de cuadrar el encuentro para la noche u otro día cercano. Al día siguiente el chico confiesa que no está seguro de quedar, que esto de las citas por internet, que patatín que patatán… Luan, algo harta ya de tonterías le dice que si quedar con ella le está suponiendo algún tipo de angustia,  mejor lo olvidan, que ella lo que busca es divertirse y encontrar algo de paz, no que le transmitan más zozobra. El muchacho le dice al final que lo siente, con lo que ella entiende que historia cerrada, sin embargo, el  muchacho, contra todo pronóstico, vuelve a contactar con ella un par de veces más. Se nota que Luan le está gustando, pero no sabe por qué razón, al final no se decide a conocerla en persona. Bueno, Luan se da cuenta de que tampoco quiere en su vida a alguien que se muestra tan inseguro y que buena parte de sus conversaciones son quejas sobre su vida. No ha sido desagradable con él y ha tratado de animarlo cuando se ha lamentado por esto y aquello, pero tras la última conversación, ella ha decidido que no lo quiere en su vida, así que ha cerrado ella la historia. Tiene claro que no quiere ser ni enfermera ni madre de un tío.

4.       CASO DEL YOGURÍN. Y es que hay días que Luan pasa de todo y se lía la manta a la cabeza.                                                                                                                                                             Hace   
poco quedó con un señor bastante más mayor de un grupo al que también se ha apuntado para hacer actividades en común en su zona. Todo sea por matar el aburrimiento. La cuestión es que aquel sábado no había actividad grupal propuesta, pero tanto Luan como el señor deseaban salir y disfrutar de la noche veraniega, así que acordaron salir juntos, aunque dejando claro que no era una cita sexual. Resultó una noche agradable y, por esta razón, pensó el otro día que, si había quedado con un hombre de más de diez años mayor que ella, ¿por qué no darle la oportunidad a un chico doce años menor? Sin mayor expectativa, quedó con el chaval para una copa, pero estuvo muy cómoda, demasiado… y se cumplía justo un mes de su ruptura con Jack. Combinación que, junto con los efectos del gintonic, la llevó a acceder a dar un paso más y a invitar a su cama al chico que accedió entusiasmado… Mientras la besaba y la cubría de caricias, ella solo pensaba que terminara. Y, para colmo, la estupidez del chico en su afán de que ella quedara satisfecha hizo que no manipulara bien el preservativo y se quedara dentro de ella… total: la noche acaba en urgencias pasando más bochorno que el de la ola de calor que nos asfixia en estos días, cuando tiene que dejarse hacer por una doctora y su auxiliar para extraer de su vagina el cuerpo extraño.  Tan nerviosa y avergonzada estaba que acabó con un rasguño, incómoda, dolorida y teniendo que tomar medicamentos para evitar una infección.  No, no se puede decir que fuera una buena idea, estaba claro. Ella no puede empezar la casa por el tejado y, por desgracia, su nivel de exigencia en el sexo pasa por sentir un deseo que solo lo provoca un sentimiento más profundo que el haber estado cómoda tomando una copa con alguien físicamente agradable.

Aunque lo peor, seguramente, es que inevitablemente ha vuelto a pensar en Jack, en que no le va a quedar otra que reconocer que lo echa de menos y que no sabe si, alguna vez dejará de ser así. Le parece injusto y le da rabia porque todo podría haber sido estupendo siempre si él tan solo se hubiera  puesto alguna vez en su lugar, no cree que ninguna otra mujer le vaya a dar jamás el espacio y el tipo de libertad que él necesita a cambio de lo poco que ella requería, pero él no quiso darse cuenta de que ese poco había que cuidarlo y valorarlo. Quizás ése, después de todo, era el  problema, que nunca debió pedir tan poco.

Desde ayer se ha perdido en su dolor físico, en sus emociones y en un número incontable de calorías que le pasarán factura mañana, pero esta tarde ha dicho basta y ya está delante de su espejo volviendo a recomponer su dignidad, teniendo muy claro que, en el fondo, está orgullosa de no haber aguantado más que no la respeten. Nunca más va a pedir tan poco.

El espejo está orgulloso también de Luan, le devuelve el reflejo de una mujer guapa, en forma y sexy. Le guiña y le sonríe porque, una confesión más: a pesar de todo, te sientes bien. Hoy te vas a bailar.

CAP 8: LUAN 3.0



¡Cómo no! Tarde o temprano tenías que intentarlo. Nunca te ha parecido que eso de internet fuera para ti, y menos para conocer a alguien, pero hay veces que el aburrimiento llega a ser aplastante y si las posibilidades de socializar están reducidas por lo que sea, es un camino fácil para contactar con alguien, ¿no? No es que tus expectativas sean inalcanzables, hoy te basta con encontrar una voz amable al otro lado de la pantalla que comparta un poco tu soledad y  te haga olvidar un poco la última decepción.
Tras registrarte sin mucho afán en una de las miles de páginas de contacto que existen en este cibercomercio, realizas una búsqueda entre los perfiles de otros tantos que, como tú, andan con sus particulares intenciones en la red. El proceso de descarte, que es amplio, se ve continuamente interrumpido por solicitudes que empiezan a invadirte para contactar contigo. Mirando las fotografías de esos tipos te empiezas a dar cuenta de que el mundo está lleno de desesperados y de pervertidos. Te dan pena los que van de románticos, sinceros y dispuestos a bajarte la luna por un beso; no porque no desearas que alguien se enamorara locamente de ti de esa manera, sino porque no crees  ya que haya un hombre que sienta así, y lo que es peor, tampoco crees que haya mujer que se crea a un hombre así. Te dan asco los que, se declaran en pareja, pero buscan explícitamente sexo discreto y, por desgracia, hay mucho  de esta segunda clase.
Te decantas, inocentemente a pesar de todo, por algunos que dicen buscar solo amistad, porque en realidad, lo que buscas es precisamente esto, alguien con quien quedar para ir a tomar una copa, que si estás en esa página perdiendo el tiempo no es para que todo se quede en algo virtual, que lo que quieres es salir a la calle, es vivir, pero vivir de verdad. Bueno…
Pronto te das cuenta de que los que más mienten son estos últimos, porque del “Hola, ¿qué tal?”, en seguida te están preguntando por el color y la forma de tus bragas. O mucho han cambiado las cosas entre los amigos o no van buscando precisamente amistad. En fin, después de cortarle el rollo a tres o cuatro, te empiezas a preguntar si no sería mejor ponerte a ver una película, pero también te preguntas si no serás tú la que se engaña en cuanto a tus propias intenciones. ¿Realmente estás buscando un amigo? ¿No estarás buscando lo mismo que ellos? Reconócelo, amigos ya tienes, lo que quieres es que alguien llene el gran vacío que sabes que hay ahora en tu cama. Así que, tras sincerarte contigo misma, cambias de estrategia y das una nueva oportunidad al siguiente contacto. Parece un chico guapo y simpático, vive cerca de tu casa, así que fácil para quedar con él en un momento determinado. Bien, vamos allá…
Pues tampoco chica, parece mentira, pero ni ofreciendo lo que se supone que todos esos tipos buscan, tienes suerte en este medio.
 Para no causar confusión, le hablas con total crudeza y le cuentas al tipo que no esperas más que alguien con quien poder divertirte. Alguien con quien congeniar a nivel sexual para tener buenos ratos, exentos de problemas. Confiesas que no crees que esas páginas sirvan para encontrar verdaderas relaciones y, que en todo caso, si algo así  sucediera, sería después, una vez que el contacto sea fuera de la red. El chaval, totalmente de acuerdo, comienza a hablar de sí mismo y decides que no está mal. Quiere divertirse también, tiene conversación agradable y, sobre todo, te hace reír y te enciende en algunos momentos la libido.
Le das tu teléfono y comienzas a recibir mensajes  a diario que te alegran el día, cada vez más
calentitos, te abren el apetito y realmente comienzas a contar las horas para veros en persona. Y, cuando por fin ya solo quedan un par de días para la cita que habéis programado, todo cambia de repente. Sin causa aparente desaparece del mapa. Le mandas mensajes y su falta de respuestas comienzan a hacerte pensar que algo raro está ocurriendo. Por supuesto, después de lo último que ha acontecido en tu vida, no estás dispuesta a que ningún tipo te haga daño de ninguna manera así que le envías un último mensaje poniendo punto y final a algo que ni siquiera ha empezado y muestras en él tu indignación, pues nuevamente no entiendes por qué no son claros contigo. Se suponía que iba a ser una diversión y en menos que canta un gallo ya has sentido, primero, preocupación, y segundo, enfado… No, no, no, tú no estás para eso. Así que adiós.
Entonces, ese último mensaje, recibe respuesta. El chico te cuenta que ha ocurrido algo que le tiene mal, pero no te puede dar más explicaciones. ¡Ya estamos con los misterios! Te pones en plan chula, que ya está bien de que te tomen el pelo, le dices que si hay otra que a ti te da igual, que no tiene compromiso contigo, pero que no te quieres comer marrones. Él te asegura que no es nada de eso, y entonces tu imaginación se pone en lo peor: ¿una pelea?, ¿problemas de drogas?, ¿las dos cosas? Sea lo que sea te empieza a echar para atrás, porque el chico que solo quería divertirse, comienza a desvelarse como un problema en potencia.
Sí, deberías hacer caso a tus tripas, si siempre pasa igual… Oye, pero nada, siempre aparcas las advertencias, aunque sean de luces de neón.
Llega el día. Piensas que, al menos, saldrás un rato y cenarás en algún sitio agradable… ¡¡Ja!!
Cuando toca decidir dónde iréis el chaval te cuenta que está  en paro, que no se puede permitir  salir a cenar… En fin, sabes bien lo que es eso y no vas  a ser tú la que condenes a nadie por no tener  pasta. Tampoco podéis quedar en su casa porque vive con sus padres, así que pones la cena y la casa, ¡qué le vamos a hacer!
Lo que no puedes es poner el entusiasmo además…  pero lo pones.
Intentas indicarle tu domicilio y, en vez de prestar atención, el chaval te dice que cuando esté cerca te da el toque para que lo llames (que tampoco tiene saldo en el móvil) y ya le vas diciendo. Bueno… vale… Mientras, te bajas a la calle para esperarlo. ¡Ja!
No suena el móvil, no suena, no suena… Decides llamarlo cuando calculas que debe estar cerca ya. ¡Sin cobertura o apagado! ¡Lo que faltaba! Llamas algunas veces más y, por fin, te responde, te dice que se está quedando sin batería… ¡No te lo puedes creer!
Cuando te dice por dónde, va te das cuenta de que se ha perdido, así que decides ir a buscarlo a un punto cercano conocido, le dices que se dirija hacia allí. Él va en coche, tú andando… en tacones y cuesta arriba. Es pleno invierno pero ya estás sudando y algo cabreada por lo estúpido del asunto. De pronto un coche pasa por tu lado y te das cuenta de que tiene que ser él. Él también se da cuenta, pero en vez de parar y recogerte, te pasa de largo para dar la vuelta en la rotonda que hay más arriba, dejándote a cuadros, pensando que como poco es gilipollas. No lo puedes evitar, cuando  por fin subes en su coche, lo primero que le sueltas  es que muy listo no es. ¡Menuda forma de empezar la noche!
Y, minutos más tarde, aparca el coche y os bajáis de él… Te dijo que no era muy alto, pero a ti te pareció que 1,70 tampoco estaba mal, que tampoco tú eres una farola. Pero mintió o no sabe lo que es un metro. Ya no lo tienes tan claro después del despliegue de inteligencia que ha hecho el tipo hasta el momento…
Decepcionada ya en dos de los tres puntos básicos mínimos que te atraen de un hombre: inteligencia y físico, aún le das tregua esperando que, al menos, ese punto canalla que te ha ido calentando los días previos, se ponga de manifiesto en la velada y tengas una buena noche de sexo, aunque ya tienes claro que más de una no va a haber…
Pero, qué horror de cena, ¿no?
Aquel pícaro divertido debió de ser un hermano gemelo o algo así, en frente tuya contemplas y escuchas a un triste. ¡Otro triste! Sin comerlo ni beberlo te encuentras dando consuelo al desconocido, sacando palabras de aliento para tratar de animarlo y, de camino, salvar la noche, pero la noche ya no tiene remedio, eso lo sabes muy bien. Para colmo, su torpeza va de mal  en peor. No le gusta el vino, la mejor comida para él es la comida china, desprecia  tu profesión y lo dice abiertamente y, como guinda del pastel, te dice que no hay nada que le ilusione. Literalmente te suelta: “¿Tú te crees que me hace ilusión quedar con una tía y echar un polvo?”
¡Se acabó! Aquí ya te plantas. ¿Qué coño hace entonces en tu casa? Te olvidas de tu cortesía y te plantas en jarras delante del tipo:
“Mira chaval, he aguantado tus misterios, tu falta de educación al no contestar mis mensajes, tu torpeza a la hora de quedar, tu mentira en cuanto a tu descripción física, lo patético de ni siquiera invitarme a cenar, hasta tu tristeza que amargaría a la mismísima Campanilla… pero que desprecies el sexo que supuestamente íbamos a tener, eso ya que te lo aguante otra imbécil. Si no te hace ilusión, mejor te vas de mi casa, y la próxima vez, no chatees con nadie, guapetón, que para amargarnos, cada uno tenemos lo nuestro”.
Y así terminó tu experiencia 3.0.
Seguro que hay gente que se conoce y hasta se casa con alguien que ha conocido por internet, pero está claro que tú no vas a ser una de ellas, porque de aquí a que te dé de nuevo por meterte en una página de esas, mucho aburrimiento deberás acumular.